José Ernesto Schulman

Orginially published here.

Dicen que Golda Meir, ex primer ministra de Israel llegó a decir que los palestinos no existen.

La frase, brutal pero representativa del pensamiento de las elites israelíes y sus socios imperialistas europeos y norteamericanos, me vino a la memoria al transitar lo que se conoce como “territorios bajo la Administración Palestina”: especialmente Jerusalén Oriental y Cisjordania,  en las que recorrí con cierto detalle los campamentos de refugiados, los barrios palestinos, los pequeños poblados del Valle del Jordan y algunas de sus ciudades más importantes: Ramalah, Belén, Jericó, Hebron y el valle del Río Jordan.  A Gaza no pude ingresar.

De mi visita queda claro, que lo que genéricamente se conoce como Palestina, no es más que un conjunto de territorios y ciudades  ocupadas militarmente por Israel;  que las aísla a cada una de ellas de modo tal que no hay ninguna continuidad entre ellas dado que cada ciudad palestina está encerrada en un muro que solo se puede atravesar por algunos puntos llamados check point .

Los Check Point están controlados por el Ejercito Israelí que tiene toda la potestad de dejar pasar o no, detener a quien quiera ya que como todo es considerado territorio ocupado militarmente es la Autoridad Militar, y no la Autoridad Palestina, la que dicta la norma y los reglamentos que cambian al ritmo de la resistencia palestina bajo la ley inversa de que a menor resistencia menor rigor y al revés, a mayor resistencia palestina, mayor control, represión y muerte.

Así que, lo que un grupo de dirigentes de organismos de derechos humanos de Colombia, México, Chile, Paraguay, el País Vasco y la Argentina recorrimos y vimos en los últimos días de mayo de 2016 es el mejor rostro que el ocupante puede mostrar, aunque no deja de ser un rostro horrible, el rostro de la discriminación que llega al apartheid, el rostro del Juez Militar que condena a niñas y niños a brutales penas por tirar piedras contra un check point, un tanque o un soldado , el rostro del ladrón de agua con lo que continuaremos nuestras crónicas palestinas[1].

Recuerden que hablamos de un territorio milenario que ha pasado por diversos dominios, si pensamos en Jerusalén como centro histórico y político de Palestina, entre el ingreso victorioso de Saladino a la ciudad en 1187 y el inicio del mandato colonial británico iniciado en 1920, estuvo bajo el dominio de los pueblos árabes, de los turcos y del Imperio Otomano. En la resolución de la ONU de 1948 sobre la creación de dos Estados (que jamás se cumplió) a Jerusalen se le reservaba un status especial, como ciudad internacional que pueda garantizar el libre acceso de musulmanes, judios y cristianos que tienen allí el centro de sus cultos.   En 1948 el proto ejercito de Israel ocupó lo que se conoce como Jerusalén occidental y en 1967,  el Estado de Israel, Jerusalén Oriental.

Se trazó entonces una línea divisoria (muy relativa y para nada equivalente a una frontera entre Estados Nación como puede haber entre EE.UU. y Canadá, por ejemplo) que fue modificada casi totalmente al finalizar la guerra de 1967, cuyos resultados en general no fueron modificados ni por los acuerdos de Oslo (1994)

Si las acciones militares exhiben sin maquillajes una estrategia de ocupación territorial que busca expulsar al palestino de sus casas y cultivos; en tiempos de “paz”, el eje de la estrategia expulsiva en tiempos de paz pasa por las políticas urbanísticas y del agua.

Políticas sencillas, contundentes, aparentemente “civilizadas” pero ciertamente genocidas, como veremos.

Los campamentos de refugiados fueron establecidos por las Naciones Unidas como corolario de su resolución 194/1948 que condenaba la expulsión de los palestinos de sus territorios y establecía hogares temporales para ellos en lo que entonces eran territorios Jordanos.  Nosotros estuvimos en dos, uno en Belén, llamado Aída porque se estableció alrededor del comercio de una señora palestina muy cordial y solidaria, donde viven unos cinco mil palestinos y el otro, conocido como Al Jalazoon, donde viven unos quince mil palestinos en condiciones de superpoblación y hacinamiento, en Ramalah, una ciudad vecina de Jerusalen y designada sede de la autoridad palestina; de lejos la ciudad con mayor libertad para los palestinos y los visitantes .

Uds. pensarán que la razón es el poco espacio para construir o ampliar lo construido; pues no, la razón es más sencilla, desde 1948 los israelíes niegan cualquier permiso urbanístico con lo cual condenan a los habitantes de esos barrios (bastante parecidos a los barrios obreros porteños, aquellos que fueron Villas Miserias y mejoraron su traza por el esfuerzo de nuestros villeros) a amontonarse y vivir como presos en sus propias casas.  O a designar amplias zonas como “parques naturales”, o territorio destinado al adiestramiento militar, o simplemente zonas de seguridad lo que habilita en todos estos casos a que los militares demuelan las casas con los bulldozers que circulan por todo el territorio de la Palestina ocupada como amenaza brutal del desalojo.

Según la Segunda Convención de Ginebra sobre los territorios ocupados, el ocupante no puede construir ninguna edificación que no sea estrictamente necesaria para la fuerza militar ocupante: barracas para los soldados, almacenes, hangares, etc.  Toda otra construcción es considerada ilegal según la normativa internacional y considerada una “colonia”.

Israel tiene una política sistemática de instalación de colonias en el territorio ocupado, al interior de las ciudades que supuestamente se han reservado para los palestinos.  Nosotros mismos vimos en Hebron como en medio de los barrios palestinos instalaron una colonia de israelíes que se auto percibe como un barrio cerrado a los palestinos.   Estas colonias urbanas están cercadas por barreras y protegidas las 24hs por tropas armadas del Ejercito que impiden la circulación y garantizan un mundo artificial de confort y consumismo para los colonos.

Y ¿cómo sabes cuál barrio es colonia y cuál es un barrio palestino?

Por el color del tanque de agua.

Los palestinos tienen tanque de agua de color negro y la mayoría de los  israelíes tienen un calentador solar de  color blanco porque la autoridad israelí controla todo el agua y establece diferencias racistas entre los israelies judios (el israelí se autopercibe como europeo, occidental, la “civilización democrática” que debe controlar/salvar al “salvaje autoritario palestino”,  de nuevo Civilización o Barbarie donde los israelíes son Roca y los palestinos nuestros indios) y por ello reciben agua corriente, casi sin medida, de tal modo que hasta piscinas tienen en sus barrios cerrados y los que tienen tanque de color negro no tienen agua corriente y solo les llega agua un par de veces por semana, la que tiene que almacenar y guardar por que no sabe cuando volverá a recibir agua porque en  cualquier momento (por ejemplo si hay un acto de rebeldía o un niño tira una piedra a un soldado) puede recibir menos, casi nada  o aún quedar sin agua por horas y días. Y hasta semanas.   Así de cruel y genocida es la ocupación militar israelí.

Se entendió, no?     En un mismo barrio viven israelies judios y palestinos, unos reciben agua corriente y otros no.  Unos tienen agua en abundancia para beber, asearse y hasta trabajar.  Los otros reciben un hilito de agua y en cualquier momento, por causas que él no domina ni conoce, se queda sin agua.

Encuadra perfectamente en una práctica compatible con el Apartheid sudafricano y con el inciso c del articulo dos del Convenio de Prevención y castigo del delito de genocidio.

La estrategia genocida es clara, encerrados en lugares de los que no puede salir sin permiso del ocupante, separados de sus cultivos por muros, privados del agua en lugares de clima desértico, los palestinos son empujados a huir hacia Jordania o Siria o hacia donde puedan, si pueden huir a algún lado.  Y si los niños, desesperados por la opresión, el racismo, las familias destrozadas por los siete mil presos políticos y los “permisos de residencia” que impiden trasladarse a los palestinos por su propia patria; digo, si un niño o una niña, toman una piedra y la echan a volar, como Mahommed en Hebron, será reprimido, torturado, encarcelado no importa su edad que para Israel no hay límites de edad ya que los “terroristas” no tienen edad y deberán “calmarse” en una cárcel exclusiva para palestinos, que hasta a los presos israelíes trata con privilegios sobre los palestinos.

 

En periodos de paz, como el de estos días, la privación del agua es una estrategia clara del plan de expulsión de los palestinos de sus hogares y cultivos.

La guerra del agua se percibe más clara en el Valle del Jordán, en el mismo territorio por donde hace unos dos mil años un tal Jesucristo predicaba por  poblados que hoy están desapareciendo.

Veamos algunos números.  En 1967, antes de la invasión israelí, había unos 130 mil campesinos palestinos, hoy no llegan a cincuenta mil que consumen 25 m3 promedio mientras los colonos israelíes judíos consumen 380 m3 ! lo que explica que los palestinos trabajaban 180 mil has de tierra en  1967 y que hoy solo disponen de 40 mil y que las diferencias de productividad entre las colonias israelíes y las aldeas palestinas sea notable por la diferencia del acceso al agua y la tecnología.

El Estado Israelí ha perforado pozos a ochocientos metros de profundidad al lado de los ríos que dan agua a los palestinos, se roban el agua que llevan por cañerías a los colonos y dejan sin agua a los originarios y hasta practican la perversión de expropiar los tanques de agua que los palestinos compran para poder tomar algo de agua.

Todo eso lo vimos con nuestros propios ojos, pero no todo es desolación, también vimos la resistencia de los que organizan cooperativas y defienden la identidad cultural en medio de los soldados y los colonos, de los que buscan agua a pesar de todo y se resisten a abandonar los territorios que sus ancestros han habitado por cientos de años.

Unos apuestan a doblarlos por la sed, los otros apuestan a que la infamia no puede ser ni eterna ni impune.

Estuvimos con ellos en la aldea  Al Jiftlik, en el Valle del Jordan, en una casa que ellos mismos construyeron en 24hs con maderas y barro; la idea es que si los militares la destruyen la puedan reconstruir rápido, a bajo precio y con el trabajo de la gente del poblado.

Su función principal consiste en alentar a la gente a no irse del Valle y su lema es “Existir es resistir”.

Ellos nos mostraron los sitios donde los israelíes se roban el agua y nos contaron de su decisión de quedarse pese a todo.

Nos llevaron montaña arriba hasta el sitio donde nace el curso de agua que alimenta la aldea.

A su lado, a diez metros, los israelíes construyeron un pozo con una bomba eléctrica que perfora hasta 800 mts de profundidad y deriva el agua a una cañería que pasar por encima de la aldea y se dirige hacia la colonia ilegal de modo tal que la aldea no tiene agua ni para tomar, no hablemos de los cultivos que han sostenido por siglos, y los colonos tienen agua hasta para bañarse en piscinas que ofenden con su sola presencia a los palestinos privados del agua.

Israel cumple uno a uno los requerimientos de la Convención de 1948 de prevención y castigo al delito de genocidio, lo iremos demostrando uno a uno en cada crónica.

En el Museo del Holocausto en Jerusalén se pretende establecer una línea histórica de continuidad entre la resistencia del Ghetto de Varsovia y las políticas colonialistas de Israel de estos días; nada más mentiroso.

No son las suyas políticas defensistas por temor a un nuevo holocausto por parte de los palestinos;  el robo del agua, la demolición de las casas, el encierro de siete mil patriotas palestinos, incluidos niños y mujeres, las prácticas sistemáticas de la tortura y el terror sobre toda la población no son practicas enfermas o de venganza, son parte de un plan colonial de apropiación de un territorio al que pretenden deshabitado.

Igual que Roca en la Patagonia.

Los palestinos son nuestros indios, los herederos de la resistencia antifascista de Europa y América Latina.

Son los palestinos los que ponen los muertos.

Los genocidas son ellos, los sionistas y los ultra religiosos que compiten en expandir el Estado de Israel a costa del pueblo palestino.

Así de contundente.                        

Resumen de un informe sobre el Valle del Jordán de un organismo judio de Derechos Humanos Be Tselem publicado en inglés en http://www.btselem.org/publications/summaries/dispossession-and-exploitation-israels-policy-jordan-valley-northern-dead-sea

Despojo y explotación: las políticas de Israel en el Valle del Jordán y el norte del Mar Muerto

La región del Valle del Jordán y el norte del Mar Muerto contiene la más grande reserva de tierra de Cisjordania. El área cubre 1.6 millones de dunams [1 dunam = 1000 mt2], que constituyen 28.8% de la superficie de Cisjordania. 65.000 palestinos y palestinas viven en 29 pueblos y aldeas, y alrededor de 15.000 más viven en docenas de pequeñas comunidades beduinas. En la zona viven también alrededor de 9.400 colonos israelíes repartidos en 37 colonias ilegales.  Israel ha establecido en esta región un régimen de explotación intensiva de los recursos como en ninguna otra área de Cisjordania, lo que demuestra su intención declarada: la anexión de facto del Valle del Jordán y el norte del Mar Muerto al Estado de Israel.

Tomando control de la tierra

Israel ha usado varios métodos para poner bajo control la mayor parte de la tierra en esa área, a saber:

– Miles de dunams de tierra fueron arrebatadas a los refugiados palestinos y usadas para construir allí las primeras colonias, a partir de 1968 y a lo largo de los Setenta. Esto, incluso violando una orden militar.

– Mediante manipulación legal, Israel ha ampliado el inventario de “tierra estatal” en la región, de manera que el 53.4% del área, cuatro veces más grande que antes de 1967, es ahora considerada tierra estatal.

– Israel ha declarado 45.7% del área como “zona militar de entrenamiento” [firing zone], aunque las tierras están situadas cerca de carreteras importantes, colonias edificadas, granjas y tierras cultivadas por los colonos.

– Israel ha declarado 20% de las tierras como “reservas naturales”, aunque sólo una pequeña porción fue acondicionada para tales fines y abierta a los visitantes. De hecho dos tercios de las “reservas naturales” son también zonas de entrenamiento militar.

– Israel ha incautado tierras en el norte del Valle del Jordán para instalar la Barrera de Separación y ha establecido allí 64 campos minados cerca de la ruta del río Jordán. El mismo ejército ha dicho que las minas terrestres ya no son necesarias para la seguridad.

A través de todas estas vías, Israel ha tomado bajo control 77.5% de la tierra y ha prohibido a la población palestina construir o usar el resto de la tierra en la zona. 12% del área ha sido destinada a las colonias ilegales, incluyendo toda la orilla norte del Mar Muerto. Estas políticas han aislado a las comunidades palestinas de la región y fragmentado su ámbito espacial. En los últimos dos años, la autoridad militar israelí ha demolido reiteradamente instalaciones de las comunidades beduinas de la región, a pesar de que varias de ellas se establecieron antes de 1967.

Tomando control de los recursos de agua

Israel ha puesto bajo su control la mayor parte de las fuentes de agua de la zona y las ha asignado para uso casi exclusivo de los colonos.

28 de las 42 fuentes de agua subterránea controladas por Israel en Cisjordania están ubicadas en el Valle del Jordán. Estas fuentes proveen a Israel unos 32 millones de metros cúbicos al año, la mayor parte de los cuales son destinados a las colonias ilegales. La asignación de agua a los 9.400 colonos -incluyendo fuentes subterráneas, el río Jordán, aguas residuales tratadas y reservorios artificiales- es de 45 millones de metros cúbicos anuales. Esto ha permitido a las colonias desarrollar métodos de agricultura intensiva y explotar la tierra durante todo el año, exportando la mayor parte de la producción. El volumen de agua asignado a los 9.400 colonos es un tercio de la cantidad de agua accesible a los 2.500.000 palestinos que viven en toda Cisjordania.

El control israelí de las fuentes de agua en la región ha hecho que algunos manantiales palestinos se sequen, y ha provocado una reducción en la cantidad de agua que se puede extraer de otros manantiales y pozos. En 2008 los palestinos extrajeron 31 millones de metros cúbicos, lo que representa 44% menos de lo que extraían en la región antes del Acuerdo Interino de 1995 [conocido como “Oslo II”].

Debido a la escasez de agua, los palestinos tuvieron que abandonar ciertos tipos de cultivos agrícolas y pasar a sembrar cultivos menos rentables.

En el distrito de Jericó, la cantidad de tierra usada para la agricultura es la menor de todos los distritos de Cisjordania: 4.7%, comparada con un promedio de 25% en los otros distritos.

El control israelí de la mayor parte de la tierra también impide un reparto más equitativo de los recursos de agua para la población palestina de esa región, así como la distribución de agua a otras comunidades palestinas fuera de esa zona. El consumo de agua en las comunidades beduinas es cercana a la cantidad que Naciones Unidas ha establecido como la mínima necesaria para sobrevivir en situaciones o áreas de desastre humanitario

Restricciones a la construcción

La política de planeamiento israelí en el Valle del Jordán hace imposible a la población palestina construir y desarrollar sus comunidades. La “Administración civil” [nombre oficial de la autoridad militar] ha elaborado planes sólo para una pequeñísima porción de comunidades palestinas locales. Más aun, esos planes no son más que líneas de demarcación, que no asignan tierras para nuevas construcciones o desarrollo. Por ejemplo, el plan para Al-Jiftlik, la comunidad más grande en el Área C (área bajo completo control israelí), dejó el 40% de la superficie construida de la aldea fuera de sus límites; como resultado, las casas de muchas familias están bajo amenaza de demolición. El plan asigna a Al-Jiftlik una superficie de tierra menor que el plan trazado para la colonia israelí Maskiyyot, a pesar de que Al-Jiftlik tiene 26 veces más habitantes.

 

Tomando control de los lugares turísticos

Israel ha puesto bajo su control los lugares turísticos más importantes de la región: la orilla norte del Mar Muerto, Wadi Qelt, las cuevas del Qumran, los manantiales de la reserva de Ein Fashkha, y Qasr Alyahud (donde Juan bautizó a Jesús). Todos estos sitios son administrados por autoridades israelíes, que también controlan el acceso turístico a Jericó, canalizando el flujo de turistas hacia la entrada sur de la ciudad; como resultado, pocos visitantes pernoctan en Jericó, lo cual ha provocado grandes pérdidas a la industria turística de esa ciudad palestina.

 

Explotación de los recursos naturales

Israel permite a empresarios israelíes explotar los recursos de la región del Valle del Jordán. La firma de cosméticos Ahava, ubicada en el kibbutz Mizpe Shalem, elabora productos con barro rico en contenidos minerales extraído del norte del Mar Muerto. Una cantera israelí cercana a la colonia Kokhav Hashahar produce materiales de construcción. Israel también ha establecido en el Valle del Jordán instalaciones destinadas al tratamiento de aguas residuales y al enterramiento de residuos provenientes de Israel y de las colonias.

El Derecho Internacional prohibe [al poder ocupante] explotar los recursos del territorio ocupado y establecer colonias en el mismo.